En un mundo globalizado, hiperconectado, diverso y cada vez más consciente de sus problemáticas, formar ciudadanos globales es imprescindible. La ciudadanía global se entiende como el sentido de pertenencia a una comunidad mundial, donde los valores, conocimientos y competencias se basan en los derechos humanos, la justicia social, la diversidad, la igualdad de género, y la sostenibilidad medioambiental, proporcionando competencias y oportunidades para hacer realidad esos derechos con miras a promover un mundo y un futuro mejor para todas y todos.
Además, un ciudadano global busca ejercer un rol más activo en las decisiones públicas que afectan la sociedad. En ese sentido, su objetivo es promover la responsabilidad social y la solidaridad internacional, practicando la tolerancia, inclusión y reconocimiento de la diversidad. Según Oxfam, un conjunto de organizaciones no gubernamentales que realizan labores humanitarias en varios países, un ciudadano global “es alguien que conoce y comprende el mundo más amplio y su lugar en él. Toman un papel activo en su comunidad y trabajan con otros para hacer que nuestro planeta sea más igualitario, justo y sostenible”.
Teniendo en cuenta que los individuos se forman a través de educación y experiencias, ya no basta con enseñar a los niños, niñas y jóvenes a leer, escribir y resolver operaciones matemáticas, sino que hay que sumergirlos en las problemáticas mundiales, fomentar en ellos el pensamiento crítico y darles a conocer otras perspectivas del mundo.
Se busca que los ciudadanos globales aprendan y apliquen las siguientes actitudes y acciones:
- Participar de forma activa y comprometida en la vida ciudadana
- Pensar mecanismos para transformar su realidad
- Ser conscientes de sus derechos, pero también de sus obligaciones con el resto de los ciudadanos y el planeta en general
- Ser responsables de sus actos
- Respetar, valorar, celebrar la diversidad.
- Tener mentalidad cosmopolita
- A luchar por un mundo mejor, sin injusticias
¿Por qué el intercambio cultural ayuda a convertirse en un ciudadano global?
En primer lugar, el intercambio cultural elimina las barreras geográficas e idiomáticas y nos permite conocer realidades diferentes a la propia. En pocas palabras, nos saca de nuestra zona de confort. Esto conlleva a la interacción directa con culturas diferentes, ampliando nuestra percepción del mundo y ayudándonos a ser más abiertos a diferentes puntos de vista y enfoques.
La inmersión directa en otro contexto cultural, político, y económico facilita la formación en ciudadanía global porque permite desarrollar ciertas características a partir de una experiencia intercultural.
El intercambio posibilita las interacciones personales con gente de otras latitudes y fomenta la sensibilidad hacia otras comunidades. Nos ayuda a comprender con mayor profundidad que, si bien todas las personas pertenecen a una sola sociedad, cada uno tiene su propio origen y forma de pensar que lo hace único.
Vivir un intercambio va suavizando poco a poco las barreras culturales y sociales entre los países, facilitando la construcción de una comunidad internacional real y solidaria, respetuosa de las diferencias, gestora de cambio y enemiga de las injusticias.